El Nuevo Testamento nos anima a leer historias como ésta para reconocer que Jehová fue realmente misericordioso con su pueblo, pero que su gracia era de carácter temporal. Aunque Jehová proveyó de agua a su pueblo en el desierto, y aunque los sanó cuando miraron a la serpiente de bronce, los israelitas siguieron cayendo muertos en el desierto, de modo que ninguno de ellos entró en la tierra prometida, salvo Josué y Caleb.