Puesto que Jesús ha triunfado en última instancia, nosotros no podemos fracasar, porque Dios acredita la justicia de su Cristo a la cuenta de todos los que creen en él. Por lo tanto, los que confían en Cristo nunca serán excluidos de la tierra prometida definitiva, es decir, la Nueva Jerusalén que descenderá del cielo en el último día (Ap. 21).