Ciertamente, existían siete naciones en Canaán, todas ellas más numerosas y fuertes que Israel (Dt. 7:1), y los pueblos de Canaán vivían en ciudades fortificadas. Pero estos mismos israelitas habían visto a Jehová liberarlos de Egipto mediante grandes señales y prodigios, declarando la guerra a Egipto mediante plagas y destrozando al poderoso ejército egipcio de un solo golpe en el Mar Rojo. No es de extrañar que leamos a Jehová exclamar: “¿Hasta cuándo me ha de irritar este pueblo?” y “¿Hasta cuándo oiré esta depravada multitud que murmura contra mí, las querellas de los hijos de Israel, que de mí se quejan?“. (Núm. 14:11, 27).