Dios ha comisionado a todos los creyentes a servir como sacerdotes: "vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo" (1 Pe. 2:5). En el nuevo pacto, somos llamados como sacerdotes a llevar la verdadera adoración delante de Jehová -el sacrificio de alabanza (Heb. 13:15)- y también a ofrecernos a Dios como sacrificios vivos (Ro. 12:1)