Lo que los levitas disfrutaban era bueno, pero nosotros tenemos algo mejor. Su comida y bebida con Dios no era más que una sombra de nuestro banquete en la mesa de nuestro Señor. Nosotros, que hemos sido comprados con el cuerpo quebrantado y la sangre derramada de Jesús, disfrutamos de un banquete que ni siquiera los levitas tenían derecho a comer.
¿Te maravillas de tus privilegios en Cristo cuando celebras la Cena del Señor?