Muchas veces tenemos la tentación de abusar de la gracia de Dios y presumir de ella, intentando restar importancia a su santidad hasta el punto de que desaparezca, pero el libro del Levítico desafía esa forma de pensar. El hecho de que no vivamos según los mismos estatutos y reglas no significa que Dios sea menos santo, sino que Dios nos ha mostrado mucha más gracia.