El principio es el siguiente: la Tierra Prometida iba a ser el lugar santo donde el Dios santo moraría con su pueblo santo. En este sentido era mucho más que una recompensa por el buen comportamiento. Era más que un incentivo para que Israel siguiera obedeciendo sus mandamientos. De hecho, la Tierra Prometida debía servir como el Jardín del Edén renovado.