El mero hecho de que empecemos bien nuestra carrera no significa necesariamente que la acabemos bien. A medida que crecemos, debemos permanecer vigilantes para no dejar que se enfríe nuestro amor por el Señor, ni empezar a alimentar la amargura de la justicia propia, el orgullo y la arrogancia hacia los que nos rodean, incluso cuando otros nos hacen daño.
Aprende de la historia de Gedeón y ora para que Dios te conceda la gracia necesaria para perseverar y completar el camino que tienes por delante.