El pueblo de Jehová necesita un pastor, y eso es tan cierto hoy como lo era entonces. En el nuevo pacto, Jesús ha venido como nuestro profeta, sacerdote y rey definitivo, pero cuando Jesús ascendió al cielo, dio líderes como dones a su pueblo para que lo ayudaran en su ministerio (Ef. 4:7-12). En otras palabras, Jesús nos dio pastores y ancianos para que actuaran como apacentadores, cuidando del rebaño de Dios hasta que volviera a aparecer el pastor principal (1 Pe. 5:1-5).
Hoy, hay un rey en Israel que, a través de sus ancianos, nos pastorea para asegurarse de que hacemos lo que es correcto a los ojos de Dios, y no a los nuestros.