Después de que Dios destruyera al mundo con un diluvio en los días de Noé, promete que nunca derramará el mismo tipo de juicio sobre la tierra hasta el final de los tiempos: “Mientras la tierra permanezca, no cesarán la siembra y la cosecha, el frío y el calor, el verano y el invierno, el día y la noche” (Gen. 8:22).