Es fundamental que tengamos esperanza en el hecho de que Dios está haciendo que todas las cosas sean para nuestro bien (Rom. 8:28) y también que nos armemos de valor para comprender que, aunque todas las cosas juntas serán buenas, eso no significa que todos los acontecimientos de nuestra vida serán “buenos” en sí mismos. El sufrimiento es una parte inevitable del camino en el que Dios lleva a su pueblo a la gloria.
Si hasta Jesús tuvo que sufrir antes de su exaltación, ¿por qué habríamos de imaginar que nosotros estaríamos exentos de sufrimiento en nuestro camino hacia la gloria?