El propósito de que Dios juzgue al faraón es “para que mi nombre sea proclamado en toda la tierra” (Éx. 9:16). En otras palabras, el propósito detrás del juicio de Dios es glorificarse a sí mismo para que el mundo pueda llegar a creer en él para la salvación.
Y en esto, vemos una sombra del propósito detrás del derramamiento de Dios de su justo juicio e ira por nuestro pecado sobre la cabeza de Jesucristo, su Hijo amado. Dios no envió el juicio por enviarlo, sino que lo envió para extender gracia al mundo, para que todos los que se arrepientan de sus pecados (a diferencia del Faraón) y crean en el nombre del Señor Jesucristo se salven.