Como cristianos, no tratamos de cumplir la ley para ganarnos la gracia de Dios, sino como respuesta a la gracia de Dios. Para el cristiano, la ley no es el medio por el cual nos ganamos el favor de Dios: Cristo, mediante su muerte y resurrección, es la razón por la que somos aceptables a Dios. Nos salvamos por la gracia mediante la fe, no por las obras (Ef. 2:8).