Jesús vino a alimentar a su pueblo con el pan que saciaría toda su hambre y su sed (Juan 6:35), porque Jesús vino a entregarse a su pueblo. Cuando Moisés alimentó a Israel con pan en el desierto, lo hizo para prefigurar al líder del pueblo de Dios, que no se limitaría a alimentar a Israel con más maná, sino que él mismo se convertiría en el pan de vida para su pueblo mediante esta promesa: “Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, no tendrá hambre, y el que en mí cree, no tendrá sed jamás” (Juan 6:35).