Lo que se pone de manifiesto en Éxodo 13 es que la intimidad del pacto siempre tiene un precio. Así como fue necesario derramar la sangre del cordero para que el juicio de Jehová pasara por alto a los primogénitos de Israel en la noche de la décima plaga en Egipto, ahora Jehová sigue exigiendo un sacrificio de sangre para redimir a cada nuevo primogénito de Israel.
Y cuando Jehová envíe a su propio Hijo primogénito al mundo, el Señor Jesucristo derramará su propia sangre para que podamos disfrutar de la intimidad del pacto con Dios, morando con Él para siempre en los cielos nuevos y la tierra nueva.