La diferencia entre la vida y la muerte, por tanto, no es si Dios nos lleva a la destrucción, porque ciertamente lo hará. Más bien, la diferencia entre la vida y la muerte se encuentra en si nosotros, como Faraón, endurecemos nuestros corazones contra la palabra de Dios en el evangelio de Jesús o en cambio nos arrepentimos de nuestros pecados y confiamos en el Señor Jesucristo para salvación y redención.
El escenario es diferente, pero Dios exige de nosotros la misma fe obediente que exigió a Faraón.