Es importante reconocer que la función sacerdotal nunca estuvo destinada a ser permanentemente exclusiva de los hijos de Aarón. Jehová pretendía que los sacerdotes levitas ejercieran esta responsabilidad de mediar entre Él y el pueblo de Israel sólo hasta que pudiera introducir un nuevo y único sumo sacerdote -su propio Hijo Jesucristo- que serviría como único mediador entre Dios y los hombres (1 Tim. 2:5), obteniendo su sacerdocio no según la legislación del sacerdocio levítico, sino según la promesa (Sal. 110:4), según el orden de Melquisedec (Heb. 7).