Hoy en día, nuestra cultura necesita profundamente escuchar este mensaje. A medida que la Biblia ha ido perdiendo su lugar central en la Iglesia como palabra autorizada de Dios, hemos sentido una falsa libertad para reescribir lo que Dios ha dicho. Cuando encontramos sus pensamientos objetables, simplemente ignoramos lo que dice, o encontramos maneras de plantear la misma pregunta que la serpiente hizo en el Jardín: “¿Acaso dijo Dios…?“. (Gén. 3:1).