¿Por qué Dios nos bendijo en Cristo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales (Ef 1,3) o nos eligió desde antes de la fundación del mundo (Ef 1,4) o nos redimió mediante la sangre de Jesús (Ef 1,7) o nos selló el anticipo de nuestra herencia con el Espíritu Santo (Ef 1,13-14)? ¿Por qué Dios nos dio vida juntamente con Cristo y nos resucitó para sentarnos con Él en los lugares celestiales (Ef. 2:5-6)?
La respuesta es sencilla: Dios lo hizo todo “por el gran amor con que nos amó” (Ef. 2:4). En otras palabras, nos prodigó su amor porque nos amaba.